viernes, 13 de abril de 2012

Corro luego como

O el demonio se viste de carbohidrato.

Ahora que han llegado las lluvias y tras las lluvias los días son de temple moderado y sol indulgente, los corredores llenan las calles. Resulta que desaparecen en invierno y vuelven con la primavera ¿Qué no? ¿Qué los runners corren todo el año? ¿En serio? Sera en el norte porque aquí en el sur, a poco que las temperaturas bajen de los quince grados nos congelamos. No estamos hechos para el frío, nos salen sabañones en la cara.
En algún sitio leí que a los runners auténticos no los frena el frío, calor, levante o lluvias torrenciales. No se quedan en casa por cuatro copos de nieve, ni por vivir (un suponer) en Ecija, la sartén de España, con 40º a la sombra. Nada. Buscas ‘macho‘ en el diccionario y te aparece un runner vestido para la acción. Ya. Mucho mito es lo que hay y mucho vídeo motivación del Youtube. Sin embargo haberlos haylos, pocos, pero son como las hojas perennes, los macho man del running. La élite no descansa.
Esta que escribe, la primavera pasada, se encontró una tarde de mediados de abril en el quinto c… Perdón, a siete kilómetros de casa, calada hasta los huesos, unas zapatillas con cámara de aire que ni siquiera eran específicas para correr (descubrí que estaban pinchadas), nubes negras descargando agua a raudales sobre mi cabeza, matorrales de marisma al frente, a la izquierda, a la derecha y atrás. Que momento., momentazo vaya. Correr bajo la lluvia es una de las experiencias más gratificantes que puede experimentar un ser humano ¿No te lo crees? Prueba.
Pero la cuestión que nos ocupa es otra. Las calles se llenan de color. El asfalto se tiñe de camisetas técnicas con toda la escala cromática posible… y talla. Es ahora, después del periodo de hibernación, cuando el runner, transformado en oso amoroso, descubre que le sobran unos cuantos kilos. Depende de como se haya tomado en serio el periodo de asueto y solaz, entre dos y cinco kilos. Nada más y nada menos.
Entonces se pone a dieta o como suele decirse en el argot runneril, ‘ponerse fino’. Fino filipino: “Qué es aquello que brilla en lo alto del camino, es runner con barriga que se esta poniendo fino”.
Tonterías aparte, supongo que recordáis a la perfección la historia bíblica en la que Jesús es tentado por el demonio en el desierto, donde se había recogido por voluntad propia para hacer cuarenta días de ayuno. Hay una película muy molona sobre el tema. Resulta que el demonio tienta a Jesús mostrándole cuan poderoso puede llegar a ser y cuanto puede poseer si termina con su ayuno y come algo, aunque sea unas míseras piedras transformadas en panes (obsérvese que la elección del demonio por el carbohidrato no es casual), pero nada, no hay manera.
Yo tengo otra teoría. El demonio se presentó ante Jesús vestido de carbohidrato de asimilación rápida. Nada de enormes ciudades, riquezas y poder sin fin. Que va. Eligió para su presentación un maravilloso traje de hojaldre trenzado relleno de frutos secos del Mercadona. Y así,  con su sexy contoneo calórico y ondulante, y sus envites desvergonzados llenos de olor afrodisíaco trató inútilmente de ponerle en jaque sin conseguirlo.
Estoy dejando patente mi actual estado. Pues sí, estoy a dieta. Conste que no me sobra nada, de hecho todo el mundo considera que estoy a punto de morir de inanición con mis 55 kilos, pero la semana pasada, en una tregua meteorológica, cuando todo el mundo se iba a ver  procesiones pintureras (estoy muy perdida en el tema, lo siento) salí a correr por el parque y me sentí como Robocop, lenta y pesada, así que pensé: ¿Si me quito un par de kilos correré cual gacela keniata por la sabana africana? Y en ello estoy.
El problema es que los carbohidratos, de repente, han cobrado vida. Es decir, están por todas partes, son bonitos, huelen y saben bien. Todo eso. Entro en la cocina y encima de la encimera hay un paquete de demoníacas galletas de chocolate, en el frigorífico el mal prefiere disfrazarse de tarta de queso, abro la despensa y un  paquete de patatas de una conocida marca, “Si haces pop, ya no hay stop” me canta al oído con sus calorías venidas del mismo infierno ¿Y qué me decís de la comida basura? Demasiado.
El runner medio, el que hiberna y le teme a los extremos (frío, calor) es débil. Yo soy débil. Mirad los blogs ¿Cuál es la actividad preferida del runner después de correr? Comer. Primero corre y después come. Castigo y premio. Corro luego como. Cambiamos una ‘r’ doble por una ‘m’ y ya lo tenemos, dos verbos casi idénticos: Correr, comer.
Los corredores son los deportistas que más sucumben a los placeres de la comida. No me cabe la menor duda. Somos de naturaleza concupiscible, dados al yantar que da gusto.
La diferencia existente entre la élite, osease los perennes, los macho man del running que no hibernan, maratonianos, corredores de ultras, triatletas, etc., con el populacho runners-dominguero, es clara. Los primeros comen para correr y los segundos corren para comer.
“Y qué le voy a hacer si me gusta el buen comer, no cambio la comida por ningún otro placer, y no hay nada mejor que una buena cazuela…”

(este "post" ha sido extraido de la bolsa del corredor) 

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